Cada año me reitero en que me apasiona mi profesión y que soy una afortunada de poder dedicarme a lo que quiero. El trabajo y mi situación me obligan a pasarme el curso de un lado a otro, pero el final siempre es una gran recompensa.
Cada año me aturde el miedo a acomodarme, a elegir la opción fácil, porque soy consciente de que es demasiado fácil caer en la tentación de tomar el camino más liviano. Por ello cada año intento generar nuevas ilusiones e inquietudes que compartir con mis alumnos.
Yo creo que sí soy feliz siendo docente, no todos los cursos son iguales, ni siquiera durante un mismo curso me siento igual pero, en general, me gusta mi trabajo y no me importa pasarme horas y horas fuera del centro realizando actividades escolares. Influyen muchas cosas en este bienestar: los compañeros y compañeras son un factor muy importante y la relación que se establece en el centro entre nosotros y con el alumnado. Muchas veces nos encontramos con personas muy poco implicadas en su trabajo, como pasará en todos los sectores, pero la mayoria de las veces me encontré con gente con más o menos habilidades, pero con mucho interés en que todos en el centro, profesorado y alumnado formen una comunidad.
Debo confesar que entre en la docencia como una oportunidad la boral, no como una vocación desde la infancia como muchos compañeros.
Pero también tengo que decir que desde que hice el CAP sabía que la docencia era mi sitio, y no solo por enseñar lo que sabía de informática, sino porque creo que es uno de los mejores trabajos para seguir estudiando, formandote, aprendiendo.
Estoy encantado de ser docente, y espero trasmitir ese entusiasmo por el aprendizaje a mis alumnos, que por lo que veo en el aula, creo que lo consigo. También cuando algún alumno te dice "Fran me he dedicado a la informática por tí, que mi idea era estudiar X" comprendes que algo haces bien siendo docente de esa materia.
Yo soy muy feliz siendo docente. Me encanta aprender de mis alumnos. Todos los días tenemos retos nuevos, preguntas no cuestionadas o reacciones diferentes. Todos los días hay alguna risa que inventar y que experimentar. Los puntos flacos a veces son los relacionados con los compañer@s. No poder trabajar en equipo ni compartir experiencias puede llevar a anquilosarte y a veces a sentirte sola
Termina este curso 2018/2019 y la ilusión del primer día me acompaña, estoy muy feliz de ser docente, tengo la suerte de compartir espacios con docentes motivados y con ganas de seguir aprendiendo. Sin embargo, en muchos claustros, también compartimos espacios con personas que están allí pero les cuesta participar, no están motivados y les cuesta adaptarse a las realidades de los centros educativos. Muchos profesionales que o tienen estabilidad son excepcionales y otros con una continuidad asegurada, se encuentran fuera de las dinámicas de centro y les cuesta adaptarse. Será que el camino a la estabilidad laboral quema, es conocido como "síndrome del docente quemado", no lo tengo muy claro.
Tenemos una gran responsabilidad en la educación de las próximas generaciones y necesitamos compañeros y compañeras motivadas, capaces de junt@s afrontar todas las situaciones que se presentan en el aula y en la vida del centro.
Cada año me reitero en que me apasiona mi profesión y que soy una afortunada de poder dedicarme a lo que quiero. El trabajo y mi situación me obligan a pasarme el curso de un lado a otro, pero el final siempre es una gran recompensa.
Cada año me aturde el miedo a acomodarme, a elegir la opción fácil, porque soy consciente de que es demasiado fácil caer en la tentación de tomar el camino más liviano. Por ello cada año intento generar nuevas ilusiones e inquietudes que compartir con mis alumnos.
A por el siguiente curso vamos!
Yo creo que sí soy feliz siendo docente, no todos los cursos son iguales, ni siquiera durante un mismo curso me siento igual pero, en general, me gusta mi trabajo y no me importa pasarme horas y horas fuera del centro realizando actividades escolares. Influyen muchas cosas en este bienestar: los compañeros y compañeras son un factor muy importante y la relación que se establece en el centro entre nosotros y con el alumnado. Muchas veces nos encontramos con personas muy poco implicadas en su trabajo, como pasará en todos los sectores, pero la mayoria de las veces me encontré con gente con más o menos habilidades, pero con mucho interés en que todos en el centro, profesorado y alumnado formen una comunidad.
Este año ha sido uno especialmente feliz.
Debo confesar que entre en la docencia como una oportunidad la boral, no como una vocación desde la infancia como muchos compañeros.
Pero también tengo que decir que desde que hice el CAP sabía que la docencia era mi sitio, y no solo por enseñar lo que sabía de informática, sino porque creo que es uno de los mejores trabajos para seguir estudiando, formandote, aprendiendo.
Estoy encantado de ser docente, y espero trasmitir ese entusiasmo por el aprendizaje a mis alumnos, que por lo que veo en el aula, creo que lo consigo. También cuando algún alumno te dice "Fran me he dedicado a la informática por tí, que mi idea era estudiar X" comprendes que algo haces bien siendo docente de esa materia.
Yo soy muy feliz siendo docente. Me encanta aprender de mis alumnos. Todos los días tenemos retos nuevos, preguntas no cuestionadas o reacciones diferentes. Todos los días hay alguna risa que inventar y que experimentar. Los puntos flacos a veces son los relacionados con los compañer@s. No poder trabajar en equipo ni compartir experiencias puede llevar a anquilosarte y a veces a sentirte sola
Termina este curso 2018/2019 y la ilusión del primer día me acompaña, estoy muy feliz de ser docente, tengo la suerte de compartir espacios con docentes motivados y con ganas de seguir aprendiendo. Sin embargo, en muchos claustros, también compartimos espacios con personas que están allí pero les cuesta participar, no están motivados y les cuesta adaptarse a las realidades de los centros educativos. Muchos profesionales que o tienen estabilidad son excepcionales y otros con una continuidad asegurada, se encuentran fuera de las dinámicas de centro y les cuesta adaptarse. Será que el camino a la estabilidad laboral quema, es conocido como "síndrome del docente quemado", no lo tengo muy claro.
Tenemos una gran responsabilidad en la educación de las próximas generaciones y necesitamos compañeros y compañeras motivadas, capaces de junt@s afrontar todas las situaciones que se presentan en el aula y en la vida del centro.
Yo soy una docente feliz ¿y tú?